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Islandia en invierno o en verano: dos mundos, un mismo asombro

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Islandia no es solo un país, es una emoción. Una isla donde la naturaleza impone sus propias reglas, donde el hielo y el fuego conviven, donde cada estación no solo cambia el paisaje, sino la forma en la que respiras, caminas y sientes.

¿Es mejor visitar Islandia en invierno o en verano?

La respuesta no es fácil, porque la experiencia cambia por completo. Te lo contamos con detalle y con pasión.

Islandia en invierno: un poema blanco

Viajar a Islandia en invierno es como entrar en un cuento nórdico. La luz se convierte en un bien escaso y precioso: durante muchas semanas del año apenas hay 4 o 5 horas de sol. Pero lo que falta de día, sobra en atmósfera.

El paisaje se tiñe de blanco, las cascadas se congelan como esculturas, las pocas carreteras accesibles parecen serpientes heladas, y los tejados de las casas se cubren de nieve en perfecta armonía y equilibrio.

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Con temperaturas que pueden bajar hasta los -15 ºC, cada paso requiere abrigo y decisión. Pero también te regala postales que jamás olvidarás como bañarte en una laguna a 30º mientras en el exterior baja bastante de 0º, ver auroras boreales “bailando” sobre un cielo limpio de contaminación, observar los animales salvajes paseando entre ventiscas y copos de nieve o tomarte un chocolate caliente mirando por la ventana de una cafetería de Reikiavik, mientras el viento pinta el cristal con escarcha.

El invierno en Islandia es crudeza, pero también recogimiento, silencio, conexión íntima con una naturaleza que haga que tu mente se pare y sólo quieras admirar lo que la ésta te brinda.

Islandia en verano: el estallido de la vida

Si el invierno es contemplativo, el verano islandés es abrumador. Desde finales de mayo hasta principios de agosto, el sol se niega a esconderse. El «sol de medianoche» hace que la noche se disuelva en una penumbra dorada, ideal para recorrer sin reloj los caminos del norte.

Los campos se llenan de verde esmeralda y flores salvajes, los fiordos se iluminan como espejos, y los animales salen de su letargo: frailecillos, caballos islandeses y miles de ovejas pastan libremente, ignorando a los turistas fascinados.

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En verano además puedes disfrutar de zonas remotas del interior, como las Tierras Altas, que en invierno son inaccesibles y que te encuentras como si surgieran de la nada. Las cascadas y glaciares están muy activos en pleno deshielo y las calles de las poblaciones se llenan de vida. Eso sí, el verano trae consigo más visitantes. Lo que en invierno es soledad, en verano puede ser bullicio, aunque no agobiante.

Quizá la verdadera magia de Islandia no esté en elegir una estación, sino en aceptar que este país te invita a vivir dos realidades completamente distintas.

Lo que está claro es que, elijas lo que elijas, Islandia y su naturaleza siempre te ofrecerán algo distinto a lo que hayas visto antes.

Y si te cuesta decidir… haz lo que hacemos los viajeros enamorados de Islandia, volver en diferentes estaciones. Porque ningún viaje a Islandia es igual a otro. Porque Islandia no se visita, Islandia se siente y esa emoción, créenos, te acompañará para siempre.

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